Comencé a escribir como quien comienza a andar. Por instinto, por gusto y por necesidad. Era mi manera de expresar eso tan auténtico para lo que no encontraba escenarios oportunos. Todos contamos con partes de nosotros mismos que se fueron al exilio cuando fuimos pequeños y que bello es recuperarlo en la vida adulta. Así que sigo escribiendo porque no hay otro lugar donde soy más yo. Creo en la palabra, dicha, escrita o silenciada. No hay mayor poder pues la palabra nombra, transforma y crea universos al ser formulada.
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Lo que hoy son cartas que llegan a tu bandeja de entrada hace unos años eran entradas de blog que daban vida a este espacio. Si quieres leer alguna de las «voces» que en su día escribí, bienvenida a este paseo.
Son escritos íntimos y mágicos con confesiones y pócimas que no comparto en ningún otro lugar. Las envío los domingos para que puedas leerlas con tu café, tu zumo o tus hierbas.