OJOS QUE VEN, CORAZON QUE SIENTE

 

Si existiera el purgatorio, me enviarían a uno donde hubiera que hacer muchas colas para compensar todas las que evito.

El viernes pasado no sólo no tuve más remedio que hacerla sino que acabé deseando que todos se colaran delante de mi.

Me he mudado de banco y fui a liquidar esos puntos de oro remanentes. Esos que suman 2 o 3 cada vez que compras un diamante. O un jet privado.

Ahora que de las ramas de azahar caen las naranjas más dulces, su aroma, desde el frutero, me llevaba pidiendo ya un tiempo que encontrara una buena manera de extraer su jugo.

Así que allí estaba, sentada en un cómodo sillón de la sucursal, ajena a la maravillosa obra de teatro que iba a presenciar. Escuchaba la lluvia resbalar a mis espaldas mientras observaba cómo un señor de porte excelente, delicado y bizarramente distinguido, indagaba con su mirada la presencia de una mujer que estaba siendo atendida.  Su sombrero cubría un cabello sólido y perlado, tan brillante como luego se mostró su talentosa sesera. Estaba esperando tan perfectamente alineado sobre sí mismo que me hacía dudar de lo inevitable de su bastón. Esperaba a que ella acabara.

Victoria – Dijo con una de esas voces que al mismo tiempo que te acarician, te llenan los pulmones de oxígeno.

Abuelo… Esta misma tarde iba a pasarme por tu casa – Contestó mientras le tomaba tiernamente de su muñeca haciendo sonar la pesadez de su Rolex (juraría que en realidad quería abrazarle pero sólo porque eso supondría haber sido abrazada).

Tu madre me dijo que vendrías pronto, ¿cómo estás mi niña?

Muy bien abuelo, acabo de cambiar de trabajo. Ahora dirijo la extracción de los yacimientos de gas de todo el Mar del Norte. Y… bueno, supongo que ya te habrán contado que ya no salgo con James. No era para mi – dijo pestañeando repetidamente y mirando hacia arriba como queriendo buscar aire. Y encontró una leve sonrisa que ponerse – ¿Vamos fuera?

Pero había empezado a llover más intensamente y él esperaba unos documentos. Tocada por la grandeza de su gesto, me desplacé para que se sentaran al lado.

¿Sabes Victoria? No me interesa todo eso, tus padres ya me enseñan todas esas fotos en Internet cada vez que nos vemos – Podía sentir su sosiego en los espacios que dejaba entre las palabras –  Quiero decir… ¿Cómo va por dentro de ti?

Ella se quedó en silencio. Estaba recordando como era que te acaricien el alma desde los ojos.

Conozco cada brillo y cada opacidad de tu mirada cariño – Ahora era él quien acariciaba su mano.

¿Sabes abuelo? Hacía tiempo que alguien no me miraba así, sencillamente. Hay miradas que invitan a seguir dirigiendo un vuelo simulado y miradas que son manos abiertas, esperando recoger todo lo que salga. Como algunas palabras, que parecen llenas y cuando van a tocar tu corazón se desvían. La verdad es que he conseguido todo lo que he querido y mientras no me escucho, parece que todo va bien. Argumento que James no era para mi, pero la verdad es que no soy capaz de construir una relación. Una relación que exhale aroma a complicidad, confianza, evidencia, entrega y… eso que veía en vosotros cuando os pellizcabais al cruzaros por el pasillo. Me siento tan exitosa como fracasada, tan satisfecha como insegura, tan valiente como asustada y más sola que acompañada. – Mientras hablaba toda la lluvia se había desplazado a sus mejillas. – He ganado en madurez pero…

El mundo entero estaba allí… desplegado en una sucursal de un pueblo de playa, con todas sus extrañezas y sus familiaridades.  Con los ecos ajenos resonando como propios en todos aquellos que, por primera vez, desearon que no les llegara su turno.

La miró y quitándose primero su sombrero inmaculado, se llevó la mano hacia el bolsillo interior de su americana. Un pañuelo de seda blanco lleno de memorias cubría una antiquísima fotografía. Su juego de sepias y negros dibujaba dos siluetas sobre unas colinas sin importancia.

Pero… No tienes a nadie por quien luchar.   Tu padre, tu madre, tu abuela, yo mismo y hasta las voces de tu colegio te instruimos para que enmarcaras títulos en roble macizo, para que te frustraras  si no conseguías las mejores marcas en natación, para que te creyeras que ser alguien es obtener laureles y que sólo podrías disfrutar de la Vida cuando tuvieras un campo entero y muchas personas que lo vieran. Y resulta que lo tienes, y es fantástico cariño, pero… te despiertas cada mañana en una vida que no compartes. Todos necesitamos que alguien nos busque y nos comprenda. Dime… ¿con quién discutes sobre si prefieres tostadas o croissant, o las dos cosas, sobre que película vale la pena ver o cual es la frase que más te ha gustado del libro? ¿Quién te dice si te queda mejor la falda corta o la de media pierna?

Victoria se rió y los dos dijeron: corta.

Reinaba la quietud, porque el silencio algunas veces es esa melodía del miedo que espera una nota para empezar a sonar en toda su gloria.

Dime, ¿con quién brindaste cuando finalmente conseguiste ese trabajo?

Ella no respondió.

Pero el abuelo sí:

El mundo sigue dando vueltas porque hay personas que no tienen miedo a ser descubiertas y se aman, aunque estén lejos.

 

Le dedico este relato a mi abuela Amparo, de quien heredé el gusto por la cocina y la tendencia a la alegría y a quien nadie ha destronado en mi pódium dichoso de la nostalgia. Y a mi abuelo Salvador, un ser de una nobleza exquisita.