Una comienza una relación y está fascinada con el otro.
El teatro que se despliega cuando asistimos a los primeros encuentros con esa persona con la que estamos creando una relación sólo nos deja ver lo deslumbrante del vestuario, del maquillaje y las luces. Hay tanta fuerza en el estreno que en presencia de esa persona se desvanecen mis dolores, no necesito a penas comer y estoy como una rosa aunque haya dormido dos horas.
La función ya ha acabado y entonces, más tarde e inevitablemente, pasamos a los camerinos. Comenzamos a ver cómo el desmaquillante destapa un par de cicatrices y la desnudez del cuerpo muestra algún desconchado. Además, resulta que entre tu camerino y el mío falta algún tabique emocional. Ya no me despierto tan espléndida si duermo poco y empiezo a tener más hambre pero, aún con eso, decidimos seguir juntos.
Muchas relaciones se quedan aquí: más o menos felices, entre la tibieza, el vacío y un amor que emerge a ratos. Es cuando quiero una parte de ti pero te apunto con el dedo señalando lo que no me gusta, lo que no acepto, lo que no entiendo o a lo que tengo miedo.
Si quiero llegar a esta buena relación que en algún rincón de nosotros (me atrevería a decir) todos anhelamos, he de dar un paso más. He de abrir más mis brazos para abarcar todo lo que tú eres. No sólo nuestro proyecto en común, sino toda tu geografía: lo que fuiste, lo que serás, lo que fueron quienes te trajeron hasta aquí y lo que podrá ser. Tu nombre contiene todos tus nombres. Y esa buena relación es fantástico que los reconozca, aunque no sea del todo fácil. Si puedo atreverme a mirar lo que la otra persona sufre, olvidó o simplemente no ve, puedo desarrollar una inteligencia relacional que pueda abarcarnos y mediar entre los dos.
El amor es a veces un estado sentimental y siempre una habilidad humana. Un arte. Es una habilidad madura y poderosa. Nos reconecta cuando estamos asustados y cerrados. Nos acerca cuando nos hemos alejado. Disuelve algunos peros. Nos engrandece. Y requiere de entrenamiento.
Quizá no alcancemos la maestría de Amar en esta vida.
Lo que sí es seguro es que estar en la relación con la intención de amar todo lo que el otro es, lo cambia todo.
Por supuesto… el entrenamiento es más afectivamente efectivo cuando empiezo por mi.
Y tú… ¿cómo vives tu relación?
Imagen de Heda Selder